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miércoles, 15 de mayo de 2013

Mi primer día de carrera



Tras toda una vida entera en los Escolapios, colegio que me ha visto en todas las etapas de mi vida, y tras una exitosa selectividad, ahí estaba yo, en las puertas de la que iba a ser mi Universidad durante, mínimo, cuatro años. 

Las dudas sobre si mi elección sobre lo que había decidido estudiar existían. Cuando decides que quieres estudiar algo fuera de lo que venían siendo tus estudios “normales y corrientes” de toda la vida, la gente de tu alrededor empieza a aconsejarte sin necesidad de que le preguntes. Sueles escuchar cosas como “no, eso no que no tiene salidas”. Mi respuesta siempre fue la misma, y es que hay veces en las que la mejor respuesta es otra pregunta: “¿y?”. 

Seamos realistas. Las cosas no están como para salir de la Universidad y empezar a trabajar así sin más, pero ¿qué esperas? 

Desde luego yo siempre  he sido una persona muy cabezota y, contra antes me decían “no hagas esto”, antes iba yo y lo hacía. Típico en mí. 

Para colmo, ir diciendo por ahí que quieres trabajar (al menos en mi caso) con delincuentes en cárceles y reformatorios es algo que no todo el mundo acepta del mismo modo. “Es duro”, decían. Pero realmente, ¿qué no lo es? ¿No es duro operar a un enfermo? ¿No es duro satisfacer a todas tus clientas con el peinado que les haces? Pues yo quería eso. Y punto. 

A lo que iba, que allí estaba yo el día 15 de Septiembre esperando a que alguien nos enseñara las instalaciones. 

En realidad iba nerviosa. No conocía a nadie y yo de primeras soy muy vergonzosa. Siempre había pensado que entrar en la Universidad te brindaba la oportunidad de empezar como alguien nuevo porque allí nadie conocería tu pasado a no ser que tú se lo contaras. 

No es que tenga ningún pasado oscuro, pero sí que pensaba que era como empezar de cero. Pero tampoco es así. Tú como persona ya tienes unos valores implantados en tu ser que no puedes borrar bajo ningún motivo. Además, fingir ser alguien que no eres no puede ser muy sano. Los demás deben quererte por quien eres realmente. ¿Conclusión? Sigo siendo la misma.

Mis siguientes dudas fueron sobre las que serían mis compañeras y compañeros durante cuatro largos años. Desde preescolar hasta bachiller siempre he estado en el mismo colegio, y aunque no me resulta difícil hacer amistades, sí que se me hacía inquietante. 

¿Y qué encontré? En su mayoría, chicas. Bueno, y un par de chicos, pero casi invisibles entre tantas melenas largas.

La Universidad ha cumplido muchas de mis expectativas, pero lo más difícil ha sido, sin duda, decir adiós a “mi cole”. Lo recuerdo con tantísimo cariño que no hay día que no se me venga a la memoria alguna de los momentos tan divertidos que he pasado en él. 

¡Cuánta razón llevaban mis profesores cuando me decían que acordaría de todo lo que me habían enseñado! Y no, claro que no hablaban de materia. Hablaban de valores. 

He tenido la suerte de crecer en un colegio que, además de enseñarme lo mínimo que hay que saber para cumplir con el mínimo de cultura, me han enseñado gran cantidad de valores, como el respeto, el saber estar, el no rendirme, el avanzar, la paz, ayudar a los demás, y un largo y extendido etcétera.

Yo fui una de las alumnas que mejor supo aprovechar eso, y que más jugo sacó de todas esa educación, y ahora que estoy “entrenándome” para dedicarme a educar, puedo comprobar lo importante que es que sea fructífera, pero eso supondrá un largo camino que, finalmente, se verá recompensado.


Gracias a los Escolapios, por aguantarme durante unos 15 años, y en especial  a todos mis profesores, ya que he pasado por las mejores manos. Gracias a ellos veo la vida como la veo hoy, y sin duda alguna ellos son parte de mi proceso educativo, el cual me ha llevado a querer dedicarme a crear esperanza y creer en el cambio.
http://www.calasanciohispalense.org/

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