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lunes, 13 de mayo de 2013

Mi ángel de la guarda

Aquí os dejo algo muy importante para mí y que me gustaría que leyerais todos.
Lo hice como trabajo para Fundamentos Pedagógicos, y lo adjunto aquí porque es una gran parte de mí, y quizás así entendais el por qué de mi elección en esta carrera.






“Yo conocí a Marian en quinto de primaria. Aunque daba clases en secundaria, vino a sustituir un año al profesor de música.

Volví a tenerla en segundo y  tercero de la E.S.O. ya que fue mi profesora de Inglés. Así hasta segundo de bachiller, donde fue también tutora de mi clase.

Recuerdo a Marian en segundo de la E.S.O, hace ya 4 años. Me llamaban la atención sus labios y su pelo; sus labios porque eran gorditos y me recordaban a los de una cubana, y también me llamó la atención su pelo, porque pasó de tenerlo moreno y  largo por la cintura a tenerlo con mechas y corto, pero aún más corto era su flequillo.

Mi ángel el día de su boda

 En esos cursos Marian ya imponía lo suyo. Nadie le faltaba el respeto, y además era bastante chula. Era joven. No es la típica profesora mayor de la que todos se ríen. Por aquel entonces tendría unos 37 años.

Los años siguientes, lo que empezó a llamarme la atención de ella era el estilo que tenía vistiendo: su ropa era un tanto hippie pero no por ello estropajosa, ya que se veía a leguas la marca “Desigual”. A pesar de que no era provocativa vistiendo, eso no impedía que tanto profesores y alumnos nos diéramos cuenta del señor tipazo que tenía, y que 4 años después sigue teniendo.

Desde mi punto de vista siempre ha sido una profesora que ha destacado del resto por lo guapa que es, pero también por la forma en la que impartía sus clases. Siempre eran más dinámicas que las del resto: muchas veces los exámenes eran coreografías de baile, que supongo yo que serían para reírse de nosotros, y otras era aprendernos una canción en inglés y cantarla en medio de la clase, ¡quien sabe si para dejarnos en ridículo! Quizás esa manera de ver la vida sea lo que la mantiene tan joven por fuera y por dentro.

Recuerdo una vez, en el curso de tercero de la E.S.O. una actividad que realizamos en la clase de Lengua. Tuvimos que dividir la clase y enfrentar nuestros puntos de vista sobre un tópico bastante curioso. Pusimos el ejemplo de una princesa Disney que dejaba a su príncipe porque le era infiel y se iba con otro. Algunos defendían y otros la echaban a la hoguera. Pero allí estábamos todos, tomándonos la clase más en serio que nunca. Era una forma de ampliar nuestros puntos de vista, ya que a pesar de vivir en el siglo que vivimos, muchos somos más cerrados de lo que creemos, y al contrario que ella, no somos capaces de barajar más puntos de vista.

Además, que su aspecto físico no pasara desapercibido para ninguno de nosotros nos hacía pensar en miles de historias ficticias sobre ella, como por ejemplo que tenía un rollo a escondidas con el director del colegio, y que en las reuniones entre ambos en el despacho eran un tanto “divertidas”. Evidentemente todo mentira, pero a nosotros nos gustaba jugar a imaginarnos las historias que los profesores tienen pero que guardan para ellos.

Desde preescolar hasta bachiller, siempre he estado en el mismo colegio, por lo que por lo general mi relación con los profesores siempre ha sido bastante estrecha, pero nuestra relación se salía de esa estrechez. Acabamos considerándonos madre e hija.

Todo empezó a raíz de un viaje que hicimos vente alumnos y unos cinco profesores a Estados Unidos.

Era la primera vez que los Escolapios, mi instituto, salía del país, algo de lo que siempre nos veníamos quejando los alumnos en los viajes de curso. Y finalmente, lo conseguimos, aunque solo íbamos los alumnos con mejor expediente durante dos semanas a Minnesota.                  

A cada uno nos habían asignado una casa dependiendo de si queríamos que nos acogiera una chica o un  chico, o si nos importaba que tuvieran mascotas. Evidentemente yo elegí una chica y con animales.

Tras casi un día entero de viaje, llegamos a Chicago, donde hicimos escala. Tuvimos que dividir el grupo para llegar a Minneapolis porque perdimos un vuelo. En el primer grupo Marian venía con nosotros, porque los alumnos no podíamos viajar solos.

Es cierto que cuando viajas a un país extranjero, o te encuentras en algún sitio lejos de tu familia, de tu novio y de tus amigas, buscas cariño donde sea y de la manera que sea. Yo no tenía la confianza necesaria para ir abrazando por ahí a los que me acogían en esa casa, además ya sabemos que los americanos son un poco más fríos que nosotros, por lo que Marian fue ese punto de cariño y de calor materno que yo necesitaba. 
Juntas en Minnesota, Estados Unidos.

Pasadas las dos semanas, llegamos de nuevo a Sevilla, pero para mí sorpresa yo no me encontré a mis padres como locos gritando por mi llegada, que va. Al revés. Cuando llegué fue cuando me enteré que ya no estaban viviendo juntos. Posiblemente fue el shock más grande de mi vida. Tras 16 años largos super segura de que mis padres estarían juntos por siempre, en cosa de dos semanas todo eso se derrumbó, y yo me enteré en unos cinco minutos.

Me di cuenta que mi madre se acercó a Marian mientras yo saludaba a mi padre, porque claro, estaban separados el uno del otro.

Al día siguiente, Martes, ya tocaba ir a clase. Era mi primer día de curso, aunque el resto de mis compañeros ya llevaban unas dos semanas dando clase. Marian resultó ser también mi tutora, y ese mismo día me metió en su despacho para preguntarme sobre cómo estaba.

Yo ya conocía que ella tenía muy buena relación con una chica de la clase de al lado, con Cristina. Pero lo nuestro fue más allá de  cualquier tipo de relación que esperas encontrarte de una profesora y una alumna.

Pasaron los días, y como en cualquier separación tramitada a las malas, las cosas fueron a peor. Para colmo la relación con mi novio con el que llevaba dos años estaba en declive. No tenía amigas en las que verdaderamente apoyarme, y en mi casa la situación era aún más inestable que el resto de mi vida. ¿Cómo podía enfrentarme sola a algo así, tratando de aprobar además segundo de Bachiller y con ello poder acceder a la carrera?

Llevé preguntándomelo todo el curso, porque desde el primer día ya estuve fastidiada por las circunstancias, y por desgracia, una cosa así no se termina en un día justo. Mi vida se convirtió en un auténtico desastre. Yo no sabía lo que me pasaría al día siguiente, porque con cada día que pasaba, lograban sorprenderme más, y por supuesto, para mal.

En mi caso, la separación de mis padres afectó mucho a mi rendimiento escolar. Ya no tanto la separación en sí porque yo ya tenía una edad para aceptar que si no se quieren no tienen por qué estar juntos, si no por lo que vino después. Que mi padre intentara alejarme de mi familia materna y en especial de mi abuelito de mi vida me hizo creer que solo él llevaba razón y que ellos no me querían. Me metí en cosas y cuestiones en los que no tendría que haberme metido. Me vi envuelta en muchas preguntas sin respuesta, y me sentí que no valía nada y por lo tanto, no era capaz de aprobar el último curso.

Pero ella estuvo ahí.

Recuerdo muchas de las veces que estuve con ella en el despacho, llorando por supuesto. Una vez fui al cuarto de baño para poder evadirme del mundo, y ella se quedó conmigo. Entonces me dijo algo que para nosotras se ha convertido en algo clave, y que me hizo repetir para que yo misma me lo creyera aun sin querer, y fue “soy una persona feliz, muy feliz, aunque ahora esté pasando por un mal momento”.  Parece mentira que eso sirviera para algo, pero es algo que se me quedó grabado en la memoria y que ahora cuando paso un mal momento, recuerdo. Y me hace acordarme de lo fuerte y feliz que soy aunque no todo siempre sea de color de rosa.

Un día que fue muy especial para mí fue cuando, en su despacho como de costumbre, acabamos las dos llorando a moco tendido. Fue allí donde ella me contó algo que según dijo, solo yo sabía. Era sobre su madre, y hasta ahí puedo leer, porque es su secreto y como mucho, mío.

Marian fue esa persona que siempre me hizo recordar a mi madre, de la que en algún momento me olvidé por creer a personas que no debía haber creído. Marian fue mi ángel de la guarda. La que me llamaba cada tarde a mi móvil para saber como estaba. La que me decía cuantísimo valía. La que me ayudó a creer en mí. La que me enseñó a no arrepentirme del amor que daba porque, y lo afirmaba muy segura de sí misma, el amor que das acaba volviendo a ti tarde o temprano.

Puedes imaginarte mi cara cuando me dieron el boletín de notas. Tras 9 meses de infierno, las había aprobado todas. Me puse a llorar cuando ella me lo dijo, porque además me dijo que estaba muy orgullosísima de mí, y eso sin duda alguna fue lo que más me llenó.

A pesar de que me curré lo más que pude el curso, fue a ella a quien le dediqué mi aprobado, porque había sido la UNICA persona que había permanecido conmigo día tras día como si fuera algún tipo de bendición. Ella fue la que me animó cuando yo pensaba que iba a repetir, pero no.

Nuestra relación no paró ahí. Es más, el día de mi graduación fue ella quien me llevó en su coche. Nos lo prometimos. Ella tenía que seguir ahí hasta el último día de curso. Para colmo, el primer de Selectividad también fue ella la que me llevó. Y quizás fue eso lo que me ayudó a entrar tranquila al examen, y con ello, lo que hizo que aprobara selectividad.

Marian siempre destacará para mí entre todas las demás. Se refería a mí como “gordita” y de algo de lo que nunca me cansaré es de sus abrazos y de sus “te quiero gordi” antes de colgar.




Gracias a ella tuve muy claro que yo tenía que ser ese “ángel de la guarda” que ella fue para mí. Me sentí con fuerzas para ser yo la que le diera a adolescentes con carencias como con las que yo tuve ese cariño que no reciben, así como la atención y el impulso para seguir adelante.  Hubo momentos en los que me comporté como una autentica niñata, y rompía cosas y gritaba como una loca porque me veía sola en casa día tras día, pero tuve la suerte de que mi “mami postiza” apareciera en mi vida para evitar eso y para luchar por mí para que saliera adelante.

No tengo muy claro si todos podrían aceptar el trato tan especial que ella tuvo conmigo, pero sé de sobra que si eso no hubiera sido así y ella no se hubiera arriesgado a confiar en mí y en mis capacidades, yo no estaría aquí hoy. ¿Pero sabes qué? Soy una persona feliz, muy feliz, aunque pase por malos momentos, y eso jamás podrá olvidárseme.”



Te quiero.

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